Margarita, hija de agricultores, tenía ocho años. Para ella, la
tierra exhalaba un olor a plenitud de vida que la evadía del dolor opaco nocturno proveniente de la habitación contigua. Una calurosa mañana llegó su querida tía,
le dio dos besos, caramelos y, presurosa, entró en el dormitorio del sufrimiento.
Al poco rato las mujeres creyeron que Margarita ya
estaría regando el huerto, aunque la niña se quedó cerca de la casa al escuchar
los quejidos de su madre entre súplicas a Dios para que se apiadara de ella.
Pasaron muchas horas en ese estado hasta
que nació el hermano, pero estaba muerto. Su madre se desangraba y la tía no
lograba detener la hemorragia. Entonces salió a buscarla y le soltó: “Vete al
pueblo y dile a tu padre que traiga un médico. Tu madre se está muriendo. ¡Corre!”
Y corrió con todas sus fuerzas hasta la puerta del bar. El padre, como siempre,
estaba borracho y no hizo caso a pesar de que el tabernero se ofreció a
llevarlo en coche. Margarita, con el corazón a punto de estallarle en mil
pedazos, corrió de nuevo a preguntarle a su tía qué hacer… Desgraciadamente, en cuanto abrió la
puerta, el silencio de la vida esfumada se había adueñado de toda la casa.
© Pilar Cárdenes
Es horroroso!
ResponderEliminarEstos casos no son demasiado raros, ocurren.
Es una magnifica moraleja. Gracias, es muy acertado traerla en un día tan especial como el de hoy, pero también muy válido oara todos los siguientes...
Un beso, Pilar.
No podemos imaginar qué ocurre en cada hogar de puertas adentro.
EliminarMar carme, beso y feluz semana.
Muy triste que algunas mujeres tengan que sufrir los vicios de sus maridos o parejas, pero más triste que los hijos pasen por esas circunstancias.
ResponderEliminarUn bello relato con la calidad de tu pluma Pilar.
Un abrazo y buen fin de semana.
Así es, lo de los niños es lacerante.
EliminarMuchas gracias.
Feluz semana. Un abrazo
8 años es una cifra que rompe el corazón, casi olvido el sufrimiento adulto que es doloroso y debería ser doblegado por la sociedad. Parece que no hay fin, Un abrazo grande
ResponderEliminarDe momento, Ester, lejos de disminuir parece que las vìctimas vayan en aumento.
EliminarUn abrzo y buena semana.
Lo tenía todo en su contra: el marido, la distancia, el tiempo, los medios...
ResponderEliminarSaludos.
Yo creo que lo único que tenía en contra,, era estar casada con un malnacido.
EliminarSaludos
Cruel realidad para una infancia que es obligada a abandonar el tiempo ... su tiempo.
ResponderEliminarGenial relato, mi querida Pilar.
Mil besitos para tu finde.
Los niños, las grandes víctimas... Qué pena.
EliminarMuchas gracias.
Un abrazo y feluz semana
Me gustan tus realidades de escritos.me haces pensar con tus textos
ResponderEliminarun abrazo inmenso y que diciembre nos traiga salud y fuerzas para seguir viviendo
Eso, eso que no falle la salud.
EliminarMuchas gracias por tu visita y palabras.
Un abrazo
Dios mío!
ResponderEliminarQué triste..pero una realidad desgraciadamente.
Besos
Nadie sabe lo que se esconde en las familias cuando cierran la puerta.
EliminarBesos
A pagarlo siempre los más inocentes.
ResponderEliminarBesos.
Las grandes víctimas, Rafa.
EliminarBesos
Tristeza por lo que pueden pasar los niños, gran placer encontrar tu blog.
ResponderEliminarAbrazo