Ya en el restaurante, probó la pella de gofio hecha con caldo de pescado; no le gustó. El mero a la plancha estaba exquisito, también la guarnición de papas arrugadas con mojo verde. Pero la imagen del lisiado le volvió a la cabeza y reflexionó en cómo la desgracia refresca memorias de la niñez; en cómo reconocemos cosas o fisonomías que parecían borradas para siempre de nuestra mente. Le dolió imaginar cuántas veces la crueldad de los niños habrían dañado a ese desgraciado, recordando algunos ejemplos vistos durante su infancia en el colegio. Sin duda alguna, la tiranía hacia los defectos explícitos ajenos, no era menor que la de los adultos en otras facetas.
©Pilar Cárdenes
Hola Pilar, el otro día mire en Amazon a ver si estaba tu libro, así que en estos días lo pediré.
ResponderEliminarBuena pinta tiene por este adelanto que dejas.
Me encanta el título.
Un abrazo y buen fin de semana.
Hola Elda, me alegra verte por aquí y tu comentario.
EliminarMuchas gracias.
Un abrazo!
A mi tampoco me gusta el gofio, y creo que es lo único que no me gusta de las islas. A partir de ahí, el libro tiene toron. Abrazos
ResponderEliminarNi al personaje, ni a ti ni a mí. Mañana haré una encuesta callejera😉
EliminarUn abrazoe
Disculpas, quise escribir tirón
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