Me miraré las manos cubiertas de sangre. Sentado en el asfalto sentiré el acoso de miradas inquisidoras, las mismas que me juzgaban dentro del bar cuando fui a pagar y el camarero, con sonrisa indulgente, me dijo: “Hoy está invitado, Sr. Villamayor”. Me preguntaré por qué, un día más, estoy siendo sometido a tal humillación. Hasta hace poco tiempo era yo quien convidaba. Meteré la mano en el bolsillo trasero del pantalón, sacaré los únicos diez euros de que dispondré para comprar un bonobus y los tiraré sobre la barra. Caminaré hacia la salida y dos mesas tropezarán conmigo.
“Me hace
bien la brisa invernal en la cara”, pensaré, mientras la puerta de cristal se
cierra lentamente a mi espalda. No querré regresar a casa. Es verdad que Alicia
me ha dado tres hijos; además, mi brillante carrera profesional les ha
permitido disfrutar de un elevado nivel socioeconómico. Sin embargo, cuando
comience el declive de la empresa, comprenderé por qué a mi madre siempre le
pareció una mujer pretenciosa. Primero, los desencuentros, después usará la
indiferencia y el mutismo, como arma arrojadiza. Sin darme cuenta, unas
lagrimas correrán por mis mejillas. Necesitaré sonarme y…
−¡Joder, el
pañuelo!, dejé el abrigo en el bar –susurraré.
Al girarme
para regresar, un hombre caminará directamente hacia mí. Claramente, no tendrá
intención de apartarse. Mostrará un impertinente descaro en la forma de mirar.
Llevará un traje de buena calidad, aunque mugriento y arrugado, como
abanderando un signo de distinción perdido. “Seguramente lo ha conseguido en
Cáritas”, pensaré frunciendo el entrecejo.
−¡Apártate! –gritaré
mientras levanto el brazo derecho, movimiento que él imitará de igual modo. Nos
observaremos tan fijamente que tendré la sensación de respirar aire sin
oxígeno. Me alejaré unos pasos hacia atrás y el hombre también lo hará.
Entonces, creeré estar inmerso en una pesadilla y querré salir de ella. Le daré
la espalda. Pasados unos segundos, me giraré lentamente. De reojo veré cómo se
mueve de igual manera. Intuiré que cualquiera de mis gestos será remedado.
Enrojeceré de ira, tensaré cada uno de los músculos de mi cuerpo, apretaré las
mandíbulas y le estamparé un puñetazo en el pómulo derecho. El estruendo de la
cristalera alertará a los clientes del local.
Sentado en
el asfalto, me miraré las manos cubiertas de sangre, pero, entre las miradas
inquisidoras que me rodearán, no encontraré la cara del pordiosero.
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Me alegra estrenar tu blog con el primer comentario! Un excelente relato circular! me ha encantado su originalidad!
ResponderEliminarY a mi me alegra que te hayas acercado a curiosear y que te gustara el relato.
EliminarMuchas gracias, Luna
Genial, el futuro desde el presente, el mismo personaje en un déjà vu. Suerte en esta nueva andadura, tu arte será cómplice del éxito. Abrazos
ResponderEliminaréster, agradezco muchísimo tus palabras de ánimo y que te haya gustado el relato.
EliminarUn abrazo
Ay que interesante Pilar, y a la vez que triste la situación me ha parecido, ese visualizar, (creo haber entendido) de el futuro que le pueda acontecer hasta encontrarse con el mismo sin reconocerse...
ResponderEliminarEn este último pasaje del relato, me ha recordado a mi madre que tuvo Alzheimer, y no se reconocía en el espejo y hablaba con su propia imagen.
Muy buena la idea de un recopilatorio en este blog.
Un abrazo y muchas gracias por tu bellas palabras en mi blog.
Estimulantes palabras, en todos los sentidos, aunque lamento que te llevara a recordar una etapa tan dolorosa que, con matices diferentes, a muchos nos ha tocado vivir de cerca.
EliminarUn abrazo y mil gracias
Devastador.
ResponderEliminarDuele como la vida misma.
Besos.
¿Quién dijo que la vida es un camino de rosas?
EliminarMe alegra saber que transmití lo que quería decir.
Muchas gracias
Besos
Hola Pilar, gracias por compartir tan desgarrador relato desbordante de vida..
ResponderEliminarPasa bue día, besos azules..
Bienvenido, Don Vito. Gracias a ti por leerlo y dejar comentario.
ResponderEliminarFeliz noche y semana... azul, por supuesto.
Besos
Hola Pilar, un lujo encontrarte y seguirte, muchas gracias por tus letras, pasa buen día, besos de agua..
ResponderEliminarEl lujo es que vengas a mi humilde espacio. Buenas noches. Besos :)
EliminarBuenos días Pilar, paso a darte las gracias por tu visita a mi blog. He leído tu relato y me ha gustado mucho, también me ha estremecido, es una situación que le puede sobrevenir a cualquier persona. Me quedo por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Conchi, bienvenida. Me alegra saber que te ha gustado pese a ser un poco duro. Muchas gracias por acercarte.
EliminarSeguimos leyédonos.
Un abrazo
Me ha gustado tu relato. Independientemente del juego estructural de los espejos, sugiere muchos matices que van adheridos -como una lapa- al asunto central.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por tu comentario en mi blog.
Hola Cayetano. Así es, no es lo más importante el tema de los espejos, aunque necesario. Me alegra tu visita y saber que te ha gustado.
EliminarGracias y saludos.
Así es la vida, estamos acostumbrados a vernos como creemos que somos, más, a veces, las circunstancias nos hacen salir del engaño en que vivimos.
ResponderEliminarEncantado de haber pasado por aquí.
Salu2.
Buenas noches y bienvenido, Alfredo. Efectivamente, nadie está libre de que nos puedan sobrevenir las peores circunstancias.
EliminarMuchas gracias por tu visita y comentario.
SaludosHola Cayetano. Así es, no es lo más importante el tema de los espejos, aunque necesario. Me alegra tu visita y saber que te ha gustado.
Gracias y saludos.
GRACIAS POR TU RELATO PWERO LOS ESPEJOS DICEN QUE TRAEN MALA SUERTE
ResponderEliminarGRACIAS TAMBIEN POR TU VISITA ...
ABRAZOS
Bonito relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias.
EliminarAbrazo.
Buenas noches, Marina. Sí, eso dicen de ellos...
ResponderEliminarUn placer recibir tu visita y comentario.
Muchas gracias
Abrazos