17 dic 2017

NAVIDAD EN EL HOSPITAL

La limpiadora pasó la mopa húmeda mientras me contaba que su hija había regresado de León y el nieto venía con gripe de pasar frío por aquellas latitudes. Me senté en la butaca frente a la puerta de la habitación que, como siempre, dejaba abierta y entró a hacer el baño. Entonces lo vi pasar… Al momento, regresó sobre sus pasos y se detuvo a consultar algo con una enfermera. Su bata estampada con carteles de Toulouse Lautrec armonizaba con el pijama de pentagramas y partituras. Me restregué los ojos. No pude calibrar si sería un artista loco o un maduro en decadencia, pero era la primera cosa que merecía mi atención después de cinco semanas hospitalizada.
Me atusé el pelo, quité el reposapiés y encendí el ebook en un afán precipitado de hacerme la despistada y observarlo. Apenas había terminado la parafernalia, nuestras miradas se cruzaron. Me saludó con una leve inclinación de cabeza. Luego escuché que abría la puerta contigua a la mía. ¡Oh cielos!, pensé, quizás no había sido un encuentro fortuito. Las mariposillas me revolotearon como a una quinceañera y la imaginación se desbocó a solo dos días para finalizar el año… ¿Continuaría hospitalizado en esa fecha? ¿Tomaríamos las uvas juntos?
Bueno, no sé si los medicamentos… De lo que sí estoy segura es de desearles a todos unas muy 
¡FELICES FIESTAS!

Pilar Cárdenes

30 nov 2017

CAMISAS Y LIBROS

Hace algunos días, buscando información sobre un estilo de vestimenta, tropecé en Wikipedia con una curiosa información, al menos para mi. Cuenta que el uso generalizado de las camisas en el siglo XIV permitió que hubiera suficiente trapo de camisas viejas para poder fabricar papel a precios económicos. La invención de la imprenta unido a la producción de papel a bajo precio permitió que surgiera el libro como un producto de precio accesible, y no como una antigua curiosidad.

      Y hablando de libros, aprovecho para comentar que la novela Metempsicosis ya tiene edición papel en Amazon.

25 nov 2017

MUJERES - 25 DE NOVIEMBRE

Margarita, hija de agricultores, tenía ocho años. Para ella, la tierra exhalaba un olor a plenitud de vida que la evadía del dolor opaco nocturno proveniente de la habitación contigua. Una calurosa mañana llegó su querida tía, le dio dos besos, caramelos y, presurosa, entró en el dormitorio del sufrimiento.
Al poco rato las mujeres creyeron que Margarita ya estaría regando el huerto, aunque la niña se quedó cerca de la casa al escuchar los quejidos de su madre entre súplicas a Dios para que se apiadara de ella.
Pasaron muchas horas en ese estado hasta que nació el hermano, pero estaba muerto. Su madre se desangraba y la tía no lograba detener la hemorragia. Entonces salió a buscarla y le soltó: “Vete al pueblo y dile a tu padre que traiga un médico. Tu madre se está muriendo. ¡Corre!” Y corrió con todas sus fuerzas hasta la puerta del bar. El padre, como siempre, estaba borracho y no hizo caso a pesar de que el tabernero se ofreció a llevarlo en coche. Margarita, con el corazón a punto de estallarle en mil pedazos, corrió de nuevo a preguntarle a su tía qué hacer… Desgraciadamente, en cuanto abrió la puerta, el silencio de la vida esfumada se había adueñado de toda la casa.

© Pilar Cárdenes

9 oct 2017

EMBOSCADOS


A veces ocurre que las palabras con una cierta sonoridad no son las que más nos sitúan en un plano de complacencia y de devaneo intelectual, sino que también están las que nos eleva hacia una ambivalencia y displicencia. Cogido de la mano va el que camina hacia la acción de escudarse en una situación cómoda para mantenerse alejado del cumplimiento de otra: “el que se hace el loco”, “eso no va conmigo”, “no se de que me hablan”, o me lo llevo porque no se va a enterar
Por estos lares hay cientos y cientos y más de cientos de emboscados. Mundo virtual y real está a rebosar de comodones, quietistas por no llamarlos de otra manera; personas “tras cortina” que siempre hacen mutis en el foro: donde dije digo, digo diego. Personajes abundantes que ni siquiera son capaces de abrir la boca aunque sea para emitir un quejido; sólo están pendientes de mirarse en el espejo de otros a los que consideran sus protectores y gracias a ellos malviven en estos y en otros territorios.
Pero ¡ojo al dato! Los emboscados cuando salen de su madriguera lo hacen con altas dosis de soberbia que a ellos mismos les crea cierta alarma porque no es la norma. Se sienten superiores. Generalmente  ocurre cuando les han dado un papel de protagonista circunstancial para que saquen pecho y mantengan el tipo. Sin embargo, en esos momentos de cuasi esplendor es cuando más se quedan fuera de juego, se sienten lejos de su sitio porque que no están acostumbrados a ser personas de si mismo, sino eco de los demás.
El emboscado, en esa lamentable situación se encuentra difuminado y por eso con disimulo dirige sus pasos a su madriguera donde reposa en el silencio, la quietud y la degradación social. Ahí se encontrará perfectamente bien ya que es el único dueño de su mundo miserable que sólo él sabe administrar.

© Pilar Cárdenes

1 oct 2017

EL GRITO


Edvard Munch se tapa los oídos porque no soporta el grito de la realidad.
"Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en la baranda, preso de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un inmenso grito interminable atravesaba la naturaleza".